Decía el historiador Diodoro de Sicilia de los Honderos Baleares que:

“en la práctica de lanzar grandes piedras con honda aventajan a todos los demás hombres”

Fueron laureados como una de las mayores milicias de la Edad Antigua. Y es que este cuerpo de infantería ligera era muy temido por sus enemigos por su eficacia y su arrojo. Se decía de ellos que desde muy pequeños eran entrenados por sus propias madres en ejercicios de destreza donde tenían que derribar con su honda el alimento que pendía de una rama para poder comer.

De este modo se aseguraban de que practicasen con el fin de afinar su puntería si querían sobrevivir. Una técnica que hoy en día podría parecernos poco ortodoxa, pero que en la Edad Antigua sirvió para crear un cuerpo letal de hombres preparados para la guerra.
 
[…] Y las madres señalaron a sus hijos más pequeños, en ayuno, el arte de tirar; ya que ninguno de ellos probará el pan con la boca si antes, con piedra precisa, no acierta un pedazo puesto sobre un palo como blanco […]
 
Licofrón de Calcis.

Orígenes

El hondero balear combatía semidesnudo e iban generalmente con hasta tres hondas; una para proyectiles de gran tamaño, otra para proyectiles que necesitaban de mayor precisión y otra para las distancias menos largas. Las hondas se elaboraban con lino, esparto u otras fibras vegetales duras. Pero también se podían hacer de crin de caballo o tripas de cabra. Los proyectiles eran rocas de diferentes tamaños o bolas pesadas de plomo. El alcance de la honda podía llegar hasta los 100 metros de distancia. Todo aquel que osase amenazar las tierras baleares era recibido con una lluvia de piedras que a menudo se traducía en el abandono de la ocupación.

Tal era su destreza en el uso de las hondas, que eran capaces de hundir barcos disparando sus proyectiles desde la costa.
Usaban proyectiles de piedra o plomo y de un máximo de 200 gramos, que escogían por su forma buscando siempre que fueran lo más aerodinámicas posibles. Cada guerrero portaba 3 hondas, situadas en la cabeza, cinturón y mano. Eran capaces de lanzar proyectiles a 100 metros de distancia y destrozaban escudos, yelmos y corazas con tal facilidad que, contaban en la época, parecía que los proyectiles eran lanzados desde catapultas.

Ferocidad y mercenarios sin escrúpulos

Parafraseando de nuevo a Diodoro de Sicilia, nos dijo del hondero balear que:
[…] utilizando esta arma son capaces de arrojar proyectiles mayores que los lanzados por otros honderos y con una fuerza tan grande que parece que el proyectil ha sido lanzado por una catapulta. Por ello en los ataques a las ciudades son capaces de desarmar y derribar a los defensores que se encuentran en las murallas y, si se trata de combates en campo abierto, consiguen romper un número enorme de escudos, yelmos y toda clase de corazas.
Por estos motivos los cartagineses incorporaron en sus ejércitos a los temibles honderos baleares en calidad de mercenarios cobrando normalmente en especies. En las guerras de los púnicos contra los griegos comenzaron a ver la luz como tropas especializadas en abrir brechas en los ejércitos enemigos. Eran, sobre todo, certeros a la hora de combatir a campo abierto, ya que su pericia desestabilizaba las líneas griegas quebrando sus escudos y sus armaduras con los pesados proyectiles. Pero también fueron excelentes asaltantes de fortificaciones, usados en algunos casos como armas humanas móviles de asedio.
Aníbal, al llegar a la Península Itálica, llegó a usar hasta 2000 honderos en las primeras filas de sus formaciones para hostigar los scutum romanos y romper sus formaciones hasta que el enemigo estaba tan cerca que, debido a su armadura ligera, podían desplazarse en retirada con comodidad y dejar paso a una infantería más preparada para combatir el cuerpo a cuerpo contra sus enemigos los romanos.
Estrabón los describía como hombres que llevaban escudo y lanza, sin más armadura que su torso desnudo, y que llevaban atadas a su cabeza las tres hondas que solían utilizar.
La primera contienda de entidad en la que se tiene constancia fue en Sicilia, dentro de las guerra greco-púnica, en el 406 a.C. Después participaron en Las guerras púnicas del lado cartaginenses bajo las ordenes de Amílcar, Asdrúbal y finalmente de Aníbal. Así participando en Cannas, la mayor derrota militar que sufrió Roma en su historia (216 a.C.) y en la definitiva derrota de Zama (202 a.C.), que puso fin a la II Guerra púnica y a la postre el final de la supremacía cartaginesa.
La batalla más célebre con victoria púnica frente a los griegos fue la que aconteció en el año 311 a.C. en la batalla de Eknomos, donde 1000 honderos lucharon para Amílcar para derrotar a sus enemigos.

Hondero balear como tropas auxiliares romanas y su desaparición

Con el paso de los años y la pesada carga que arrastró Roma por la conquista de las Islas Baleares, los honderos isleños pasaron a formar parte de las tropas auxiliares de Julio César durante la conquista de la Galia, y en sus proyectiles de plomo se podía leer la inscripción “Caesar Imperator” en honor al procónsul romano. Eran usados como elementos hostigadores desde los barcos romanos para amedrentar a los nativos bretones en la invasión de Britania en torno al 55 a.C.
 
A partir de entonces se pierde la estela del hondero balear, sobre todo a raíz de la conquista de las islas por parte de Quinto Cecilio Metelo, con la que se perdieron tradiciones y se forjaron otras nuevas a partir de la romanización. La honda ocupó un papel secundario como un arma defensiva para pastores de cabras y ovejas; muy lejos de un arma letal que funcionó con verdadera efectividad durante sus choques.